Desde el pasado jueves el Centro de Historia de Zaragoza es el lugar escogido para contener la exposición dedicada a los quince años de trayectoria de Grabaciones en el Mar, la gran discográfica aragonesa: tres lustros de Pedro Vizcaíno como capitán del barco y un lugar especial para Sergio Algora, indisolublemente unido al sello, sobre todo en su primera época, en el que sus múltiples manifestaciones, máscaras y enigmas quedan reflejadas. Pedro Vizcaíno siempre ha tenido olfato para captar los mejores efluvios del pop. Amante de la psicodelia elegante, del buen rock de la costa oeste, de los ochenta bien entendidos o de las melodías cristalinas, ha hecho —y deshecho, claro— siempre lo que le ha dado la gana, guiado sólo por el instinto y su gusto personal. Y, aunque Grabaciones en el Mar sea una discográfica aragonesa, es cierto que la amplitud de miras de Vizcaíno lo lleva a publicar excelentes bandas del resto de España: los maravillosos discos de retorno de bandas de culto de finales de los ochenta como La Granja o La Búsqueda, los LP´s que hicieron grande a La Habitación Roja o la elegancia poética de Deneuve, entre otros. Todos ellos son parte de la historia del pop en este país y sólo por ello tendríamos que darle las gracias a Grabaciones, pero, sobre todo, por el campo —de fresas y entre los pinos— abierto a las mejores propuestas del pop aragonés de todos los tiempos. Evidentemente El Niño Gusano y sus mutaciones La Costa Brava y Tachenko, pero también La Nube, Los Furtivos, Pulmón o esa maravilla que fue En Flor de Muy Poca Gente. Pero si tenemos que elegir una canción para cerrar, nada mejor que una de Copiloto, “Marta y los escaparates”, por ejemplo. Saquemos el champán y celebremos estos quince años de ilusión, gusto y buen hacer, esquivando con habilidad los vaivenes de algo tan prosaico y tan poco artístico como la industria discográfica.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 18 de noviembre 2009