jueves, 28 de octubre de 2010

Reseña Tratado sobre la oscuridad de Antonio Romeo (Hobokin, 2010)

Los libros de Antonio, tanto Rara Vez tu Nombre como este tratado sobre la oscuridad y algunos otros inéditos que he podido disfrutar leyendo están enraizados en una nueva tendencia poética, la lírica de la habitación cerrada, basada en la estructura del diálogo consigo mismo y otros personajes que habitan su mente (reales o no), en el parte diario de las enfermedades que nos atañen a los que vivimos la metamorfosis de esta sociedad de la información constante. Antonio Romeo en Tratado sobre la oscuridad se enfrente a los últimos estertores de la penúltima revolución de la lírica española (el realismo sucio que empezó con Roger Wolfe o Vicente Muñoz y que todavía permanece en la mente y las teclas de Lucas Rodríguez o ) y amparado en la narcosis provocada por la red, el parpadeo último del ordenador en una habitación vacía supera y mejora el estado de alteración sensitiva quela clásica ingesta alcóholica ha provocado en los poetas jóvenes de los últimos treinta años. Más cerca de Agustín Fernández Mallo y sus formas métricas basadas en el pixel, utiliza nomenclatura propia de la ficción predictiva para dar fuerza a un poemario que encuentra su cénit en los lapidarios versos-sentencias que salpican el manuscrito (y que sirven de improvisado manual de instrucciones sobre los puentes, el oficio del daño, el oficio del anónimo o la vida) y, por supuesto, en mi favorito, el confesional y agónico poema de los universos mutantes paralelos donde lo emocional se mezcla con futurama y lo amoroso con las diatribas de H.G.Wells y sus advertencias sobre el libre albedrío y el efecto mariposa. No diré aquí, que sería demasiado presuntuoso y bastante incierto, que Antonio Romeo ha comenzado una tradición de poesía ciencia ficción, puesto que existen referencias previas en la poesía española y mundial, pero sí que es un continuador misterioso y sugerente, un creador de existencias paranoicas, un amanuense de la postmodernidad de guerra fría, participante tardío de las estructuras racionalistas de Moscú 80, un injerto orgánico propio de una película de Cronenberg en una computadora sin disco duro. El autor, Antonio Romeo, es un autómata que resetea constantemente su vida en la búsqueda del abandono de sus miedos. Antonio Romeo es una constante ausente (porque está siempre, aunque se oculta) en sus poemas. Autobiográficos si los contemplamos a través de un sintetizador de caleidoscopio, pero allí está, escrito en código base, entre las líneas del código... Tratado sobre la oscuridad me recordaría a Manuel Vilas si Manuel Vilas tuviera valor para indagar en las nuevas tribus surgidas al amparo de la red, la tecnoconfusión de Ballard o el reguero apocalíptico de Dan Simmons cuando introduce réplicas dotadas de vida de poetas románticos ingleses en sus novelas. Para mí este libro de Antonio Romeo demuestra que la actualización técnica del ciberpunk es la nueva contracultura, fuera de naftalinosos manifiestos futuristas, el futuro no está por llegar, lo estamos viviendo a cada momento, y encima, sin luz natural.

Nuevos trajes para el mismo papeleo (S01E01, teaser, piloto)o

(una reflexión sobre lo nuevo en la literatura y un pequeño homenaje a este Periferias 2010)


No hay nada nuevo en escribir artículos de madrugada porque el tiempo se te ha echado encima. Todos los grandes (y sobre todo los pequeños) lo han hecho. Ni tampoco es novedoso juntar poesía e imágenes, en una combinación más o menos compensada, o publicar libritos de poesía (ahora se llaman plaquettes y todos asentimos contentos) de bajo presupuesto con material reciclado. Nadie se sorprende con el “spoken word”, ni resulta transgresor o hipónotico ver a un tipo recitando sus textos acompañado de una buena dosis de electricidad. No se puede decir que los fanzines, reconvertidos a la era digital, superan el regusto de lo analógico para ser el cauce definitivo

Ni las novelas fragmentarias son un invento de la postmodernidad o que el planteamiento, nudo y desenlace una estructura definida para saciar los instintos. No es noticia que que un ingeniero, un físico o un médico sean masivos vendedores de palabras ni que un rockero publique sus letras con afán lírico. Sigue siendo emocionante un soneto musicado, en la voz de un cansino cantautor o con arreglos propios de la banda de acompañamiento del vagabundo del Dharma. Videopoesía, perfopoesía, nocilla, vanguardias, pánico, editoriales independientes, el libro digital, la tinta fabricada con bits, los pop, los antipop, Dios, el diablo, Perdidos, las películas de zombies de George A. Romero, Poe, Perico Fernández...Al final, todos volvemos a Cohen, porque es el único que dice la verdad. Y eso sí que no es nuevo.


Créditos de este texto (por orden de aparición u omisión)

Octavio Gómez Milián, Francisco Umbral, Antonio Romeo y Javier Aquilué, Joan Brossa y Chema Mádoz, Libros Cartoneros, Cartonerita Niña Bonita, La noche del armadillo, Ana Lacarta, John Giorno, Bagüeste&Carnicer, Lydia Lunch, Vinalia Trippers, el ezine del Capitán Lillo para Periferias, Manuel Vilas, Goytisolo, Juan Luis Saldaña, Jorge Luis Borges, Agustín Fernández Mallo, Boris Vian, Lucas Rodríguez, Lou Reed, Gabriel Sopeña, Arrabal, Sergio Duce, Räro dj...