viernes, 25 de octubre de 2013

Censura


Están prohibidas las fotos de toreros en las calles de Barcelona. Toreros tuertos, atávicos, supervivientes de la lidia. Se censura porque el capote tiene color rojigualda. Censura, nos llevamos las manos a la cabeza, censura en una foto, una cruz sobre el cartel. Encendemos la grabadora y Albert Plá emite exabruptos que provocan solamente a medias. Tiene mérito, Plá lo ha hecho fuera de casa, Pepe Rubianes lo hizo jugando en casa y todavía levanta loas y aplausos entre la progresía estatal. Gijón tiene mayoría del Foro de Asturias. A la gente que vota a Foro de Asturias no le gusta que alguien sienta asco por ser español. Y lo censuran. Lo censura el pueblo de Gijón. No todo el pueblo, Octavio. El pueblo de Gijón representado por sus ediles. El pueblo de Barcelona, Cataluña plural y todo lo que quieras, pero los votos son los votos. Y la censura, censura. La mejor censura del mundo es la que uno se autoimpone. Ese es el silencio más miserable. Peret y Dyango han sufrido hasta hoy, hasta ayer. Albert Plá, intoxicado de rumba, grababa LP´s para charnegos y solo insulta cuando juega en casa. No sé si es autocensura o provocación. A mí me han censurado tres veces. La primera fue en un periódico musical. El que mandaba entonces dijo que lo que había escrito no iba con la línea del periódico. Señalaba una raya invisible sobre el suelo. No supe en qué momento la había saltado. Ahora no manda él. Espero que las cosas mejoren. Desde ese día no volví a escribir allí. Hace mucho que lo de Cataluña se nos ha ido de las manos. Pero hace mucho más que existe la censura. A mí me han censurado tres veces, creo que ya lo he dicho. Los tres medios eran dirigidos por gente que se declaraba de izquierdas. Pero eso es una anécdota, porque en Cataluña y en Gijón manda la derecha y también silencian. ¿Deberíamos asumir la censura como algo inherente a la sociedad occidental? El domingo se presenta Por qué escribo, el documental que han hecho sobre Félix Romeo Gaizca Urresti y Vicky Calavia. Una vez, en la televisión, Félix Romeo dijo que en los países musulmanes no había libertad y eso no podía permitirse. Hubo gente que tembló y trató de que se callara. En el mismo estudio. Me hubiera gustado charlar con él sobre este tema. Seguro que me hubiera animado a no callarme. El silencio es el peor de los crímenes.

Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 24 de octubre de 2013

domingo, 20 de octubre de 2013

Encuentros con Octavio Gómez Milián: Torrero y Calatayud

el próximo miércoles 23 de octubre a partir de las 19h estaré en la Biblioteca Fernando Lázaro Carreter de Zaragoza (C/Monzón 3, Barrio de Torrero) dando una charla: Literatura y música, la extraña pareja. Hablaré de la relación entre la poesía y la canción en la historia reciente de la civilización occidental, desde los cincuenta hasta ahora, haciendo especial hincapié en la tradición española, desde los cantautores y la Movida hasta la actualidad.

Se trata de una actividad incluida en el ciclo de Conferencias, encuentros y performances realizados en colaboración con el Grupo Hélice


y el viernes 25 de Octubre, dentro del ciclo Copa de Letras que coordina Blanca Langa, estaré en el Hotel Fornos de Calatayud a partir de las 19h junto a Luis Bazán Francisco Javier Aguirre. Hablaré del proceso de creación, de los relatos incluidos en mis últimos dos libros, Todos los vampiros quieren ser estrellas del rock y Amor analógico. Cultura pop y literatura.

sábado, 12 de octubre de 2013

Elogio de Álex

Iba a titular la columna de esta semana "Elogio de de la Iglesia", pero se me complicaba la repetición de preposiciones y, además, como los comandos anarquistas están llenos de analfabetos funcionales que no saben distinguir a un fascista aunque estén mirándose al espejo, he decidido encabezar el texto con algo más ambiguo. Álex de la Iglesia ha vuelto a dar en el clavo, sus "Brujas de Zugarramurdi" es una de las grandes películas de la temporada, de entre las españolas, la mejor que he visto desde “Extraterrestre” de Nacho Vigalondo. De la Iglesia, gamberro, sarcástico y cainita, dibuja un friso que parece atemporal pero que muestra un presente casi distópico: Un Madrid sepia de tiendas de compra-venta de oro frente a la exuberancia verde y tenebrosa del Norte de España, encerrado en una tradición de cintas VHS, ventrílocuos y caldo para aliviar el asma del alma. El humor, el enfrentamiento generacional, el aislacionismo -ya sea en una aldea de la Navarra más profunda o en el populoso barrio de Aluche-, los mitos y la tradición son el combustible de una obra con segundas lecturas. Álex de la Iglesia, que toma la tradición anglosajona y la desmenuza insuflándole una plasticidad castiza, vuelve a destacarse como el director que sacará de la mediocridad y la repetición de esquemas al cine español. Porque Álex de la Iglesia, de Bilbao, ama España...la ama como la amamos todos, con sus defectos y miserias, desenfocada y miserable, perpetuamente atrapada en un camino de no retorno: la entropía incontenible que se vislumbra en la Andalucía de “800 balas” o la decadencia de los centros comercionales en la hitchcockiana "Crimen Ferpecto" -¡Ay, ese Willy Toledo perdido para el arte en la cruzada imposible de la salvación stalinista!- o el demoledor comienzo de "Balada triste de trompeta", resumiendo el Franquismo en unos títulos de crédito de menos de un minuto. En la memoria, la serie zeta con "Acción Mutante" o la adptación de Barry Gifford en "Perdita Durango" con más mala baba que David Lynch en "Corazón Salvaje". Alex de la Iglesia, enfrentado a las mafias del baile, devoto consumidor del cine para adultos, ex-fanzinero en rehabilitación, devorador de cultura pop, la penúltima esperanza blanca del cine español.


Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 10 de octubre