viernes, 26 de febrero de 2010

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El dedo de Aznar

No se piden los donuts así, querido ex-Presidente. Mostrar el dedo enhiesto a una multitud enfebrecida es más propio del Miqui Puig más engorilado de Factor X o del siempre añorado portero paraguayo José Luis Chilavert en una de sus tardes gloriosas en el estadio de la Romareda. Usted fue Presidente del Gobierno durante dos legislaturas, la segunda con mayoría absoluta, usted que hizo que entráramos en el euro y evitó que, durante unos cuantos años, no fuéramos parte de la tríada de la vagancia mediterránea junto a Portugal y Grecia —sí, a principios de siglo en Bruselas lo del rescate español era una utopía—, no lo olvide, usted mantenga el aplomo o, pase lo que pase, mostraré mi disconformidad hacia su comportamiento. Dicho esto, estoy más que harto de aguantar cabestros, hijos de mala madre y demás acólitos de la parafernalia de la izquierda destructiva insultando sin cortapisas a todos los políticos, periodistas e intelectuales que expresan su opinión disidente. Los ultras, felizmente desaparecidos tras los convulsos años de la Transición, reaparecen con todo su odio cerril y su incultura en estos tiempos del todo vale, antisistemas, reventadores profesionales de la libre expresión, salvajes que buscan bajo las piedras enemigos para generar el frentismo. Grupúsculos que vigilan las aulas universitarias haciendo del terror su instrumento de control, condescendientes con los que aspiran a seguir sembrando de sangre la tierra, onanistas de la expropiación bananera y la multiculturalidad vejatoria, palanganeros de la delación lingüística, perversores del verdadero pensamiento crítico. Atiborrados de suficiencia ideológica, con sus dianas pintadas en paredes y pasquines, los sacamantecas del Gulag han vuelto a aparecer, como con Rosa Díez, como con María San Gil o Albert Boadella. Yo sólo puedo decir NO.

Columna aparecida en el Heraldo de Aragón de ayer jueves 25 de Febrero.