lunes, 9 de noviembre de 2015

España (música y letra: Cebrián&GómezMilián)




Rosa dice que no, dice que no a todos. Rosa dice que no a Rivera, dice que no a Pablo y al fantasma de Felipe. Rosa dice que no a Federico Jiménez Losantos. Rosa ya no sonríe.
Muerto el tertuliano de Garci, prohibido el humo y el whisky y la merca en la tele pública. Anacleto con acné, Nicolás, Mas y los juegos de manos bajo la estelada. El chico del twitter que salía en siete vidas, el pensamiento único de las coletas, el blues del socialismo que se toca con una guitarra eléctrica de dos euros. Todos llamando a las puertas de un cashconverter a comprar con dinero prestado, nadie dice nada.
Hijos de la miseria que se apresuran a vender la Moncloa saldada y llaman elecciones a una subasta trucada que solo ofrece plusvalía a los corruptos.
¿Ey man, cuál es mi cámara? ¿Este es mi plato?
Ellos, con sus dientes afilados, sus gafas modelo Díaz Miguel y sus proclamas sacadas de la Bruja Avería, pancarteros, aspirantes a caciques enfangados en la absenta barata de la superioridad, líderes futuros que solo leen resúmenes de otros, papel mojado, ¿y la europea? La europea tu puta madre.
Mi vida dentro de la habitación del pánico, Babilonia, Ateca, en la autovía hay pintadas de Jesucristo en la vereda,
cada día, cada día que paso espero que los ojos de glaucoma de la niebla se alimenten de mi cuerpo interino. Mamá no tengo cobertura en la habitación del pánico.
Cuando Lola Flores se despertó de la anestesia, Peret llevaba un millón de años muertos y Antonio Machín sigue cantando a los angelitos muertos que no dejamos marchar. Cuando Lola se despertó dijo: ¿Por qué me habéis traído de vuelta? En mi sueño estaba en el bingo. Joaquín va a la gasolinera de Alfaro en Albacete. Tienen comida china y subfusiles, dinero y gasoil. Cuchillos que marcan el final de España.


Cuando iba a disparar sobre la bestia me di cuenta de que no era más que un profesor vigilando el recreo. Miraba a los alumnos, quería arrancarles el pitillo de la boca y darle una buena calada. Quitarme el plumífero y prenderle fuego. Quería meter la mano en el bolsillo de los pantalones y notar cómo se me ponía dura el alma. Ver cómo un charanguito se folla a la novia de De Juana. En Venezuela. Mamita, en Venezuela se cogen a las chicas de los etarras, se las cogen por detrás. Yo quería despirar y no me quedaban balas, quería que alguien me arrancara la responsabilidad por las bestias de mañana. Los veo en el patio, corriendo, puestos de coca cola y energy y su hambre ya no es el mío. No es mi problema, ya estaba así cuando llegué.


No es ningún capricho, hemos perdido la guerra cuando ya no había más guerras que perder. Quemábamos los puentes antes de llegar, te esperé en el apeadero de Purroy, la luz era tan débil como el aliento de una luna que se muere. Te esperé hasta que no hubo más trenes y las plantas crecieron e invadieron la casa del hombre que movía las agujas. Te esperé alimentándome de insectos que se alimentaban de mí. Mi corazón desentrenado no puede amar con salvajismo y dejé mi vida tan atrás que ya no recuerdo el nombre del hombre que quería ser, esa es la verdad. La verdad que no querrás escuchar, como esa sangre no es mía, deja que te limpie.
En la frontera de Melilla hay carteles que avisan del peligro de las mujeres de uniforme ensañando el Corán a los transeúntes. Es hermoso que alguien todavía espere algo del cielo. Todos los huecos milenarios entre las nubes escriben el nombre de mi madre y falsifican Guardias Civiles al otro lado. La pirámide con barbas en los techos es la guía para la avioneta que devuelve a mis padres a la península casi cuarenta años, no me moví, estuve esperándolos, nadie me dijo cómo parar.
España, si soy nadie, por qué escucho tu voz pidiéndome ayudar. En Lanzarote, llega la sed y las alimañas nos arrastramos bajo la ceniza para morder las uvas agotadas, en Palma encuentro a Ray Loriga abrazado a un millón de latas de cerveza. El recuerdo es un arma que se atasca con demasiada frecuencia. En León todavía hay caballitos de mar en fondo de los vasos de ginebra y en Vigo esperan que la Santa Compaña los devuelva a Germán Coppini.

Todos somos actores en esta pesadilla de Fernando Arrabal: en la piscina de una pasión de Pedralbes flota el cadáver de España y todos quieren apuntarse el tanto. Vamos, Pau, vamos.