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domingo, 14 de octubre de 2012

Estrellas de barrio

He disfrutado estos días de dos de las últimas referencias de la editorial 66 rpm: La magnitud

del desatre (memorias de un rock critic poco fiable) de Oriol Llopis y Madrid (la historia de los

Burning) de Alfred Crespo. Dos libros de lectura ágil, de canciones y existencias al límite, pero

con una línea castiza y cercana que sirve para iluminar el camino de los recuerdos. Burning, una

de esas bandas auténticamente fundacionales del rock urbano en España, ángeles del barrio de la

Elipa, crédulos de las bondades angelicales de la heroína, como su amigo, el crítico musical Oriol

Llopis. Llopis y los Burning, el lado salvaje de la calle, las esquinas de una Transición política que

arrastra a una sociedad excesivamente inocente, la polarización efímera entre Barcelona y Madrid,

donde florece una contracultura española que ha sostenido el panorama español en los últimos

treinta y cinco años...Me gustan las portadas de la revista STAR, me gusta buscar viejos números de

Disco Express en los rastros, como pequeños tesoros analógicos, los colores que mezclan a Warhol

y el ácido. Prensa musical de la de verdad: auténtica literatura pop, salvaje y rockera, lenguaraces

seguidores de Iggy Pop, coleccionistas de exabruptos afilados como una cuchilla. Ahora ya no

queda nada de eso: cabeceras de saldo, gratuidad mal entendida, falta de criterio y valentía, mucha

pereza institucional de poltrona y blog amañado. Sirvan estas líneas como recuerdo para los que

cabalgaban la olivetti y creían que los Stones iban a cambiar el mundo. Ahora, atomizadas las

referencias, de tan despistado, uno termina siendo incrédulo.
 
Columna aparecida en el Artes y Letras del Heraldo de Aragón el jueves 11 de octubre de 2012

viernes, 2 de marzo de 2012

Thomas M.Disch

El papel de Thomas M.Disch como renovador de la novela de ciencia ficción a finales de los años sesenta es fundamental para entender lo que se llamó la Nueva Ola: autores que utilizaban los elementos del "pulp" y la "soap opera" como excusas para historias que iban más allá de lo esquemático y previsible. "Los genocidas"(La Factoría de ideas, 2012) , una narración de corte apocalíptico, que comienza en lo que parecen ser los albores de una nueva era en la que la Tierra ha sido conquistada por enormes árboles que en su gigantismo voraz han esquilmado los recursos del planeta. El autor convierte a esta raza vegetal en parte del escenario y se centra en describir el devenir decadente de una población rural indefinida en mitad de los Estados Unidos. Un microcosmos enrarecido, de fanatismo pseudo-religioso de relaciones endogámicas extremas, permite al autor un juego de especulación de apariencia lineal que termina llevando a un cénit reflexivo con un punto claustrofóbico, donde la presencia de alienígenas inteligentes que dirigen la invasión solamente es sugerida. No importan las causas ni las consecuencias, la pluma de Disch, con una paleta de recursos literarios que van más hacia lo sensorial que lo descriptivo, ahoga al lector en una bacanal psicodélica con reminiscencias clásicas -el paralelismo puntual con los lotófagos de la Odisea es un guiño ineludible para cualquier lector, así como el juego de espejos laberíntico, sin Minotauro pero igual de contradictorio. Los genocidas es una crónica fragmentada de los últimos días de la humanidad, un descenso caínita y narcótico hacia lo irracional, donde la amenaza alienígena termina siendo completamente anecdótica. No hay evasión ni "enanitos verdes", "Los genocidas" es pura literatura.


Columna aparecida en el suplemento Artes&Letras del Heraldo de Aragón del 1 de marzo de 2012