Ayala abre con El cantante elegante, con ese punto hambriento que mordisquea en los últimos Standstill para deslizarse en la levedad acústica de New Raemon en I más D, perfectamente punteado por voz de Beth Rodergas. Una composición que se sustenta sobre acústicas cristalinas y teclados de pianobar. La intimidad creciente de La Primavera, es una de esas canciones narradas desde la perspectiva de la habitación cerrada. Y lo que nos queda, con motivos confesionales, de una agresividad contenida bajo las guitarras pegajosas afinadas al tono del sol del martes por la mañana. Todo lo que no hago bien tiene el pulso rítmico de lo melancólico extendiéndose una tarde cualquiera sobre la ciudad. El Risk profundiza en el mar de guitarras acústicas que dan soporte al disco, con una letra que juguetea en la onda más intimista de los cantautores del Río de la Plata, metales mediante, para dar paso al El Presidente, arreglos perezosos para un texto ácido. La narcótica Alex y Cristina juega a la lírica de lo cotidiano mientras guiña el ojo a la mitomanía ochentera y crece en el tema más generacional del disco. El momento más lúdico llega con Por delante y sus menos de tres minutos de canción que recuerdan a los instantes más resultones de Francisco Nixon. El cierre llega con Las Torres Mellizas, colchones de sintetizadores levísimos, teclados de juguete tocados con un solo dedo, la voz de Roger Ayala frente a la pared de la vida.
Ayala estará este próximo viernes en La Lata de Bombillas junto a Pecker. Bastante recomendable.
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