domingo, 7 de febrero de 2010

Crónica concierto The Raveonettes en la Sala Oasis (Zaragoza) Jueves 4 Febrero 2010

Por desgracia me perdí a los teloneros, los zaragozanos Mister Hyde (que presentaban temas nuevos y siguen en la estela bailable que los puede hacer grandes en muy pocos meses) y los Black Box Revelation, en esta Zaragoza que desborda con su programación de directos y salas uno intenta llegar a lo que puede, lo menos tarde posible... de todas maneras una sala Oasis repleta de público (una labor loable y arriesgada la que están realizando desde hace años desde Antípodas Producciones, jugándosela con una serie de bandas me alto potencial artístico frente al difícil público zaragozano) llevaba unos pocos minutos degustando a la banda danesa The Raveonettes. Una enérgica luz blanca cubría el escenario, reventado de electricidad y actitud los oídos de los fans congregados allí. Si el batería de la banda toca de pie ya es buena señal, si la actitud de Sune Rose Wagner como vocalista te hace desear montar una banda de rock es la señal definitiva. The Raveonettes mezclan todos los ingredientes y especias que hacen de la música el estadio previo a los sueños, masacran tu corazón con guitarrazos, hacen que tu cuerpo parpadee a través del minimalismo de las percusiones que patentó Moe Tucker con la Velvet Underground, son capaces de convertir el ruido que reverbera de los amplificadores en la razón por la que uno vive. Tocaron canciones recientes como Dead Sound, Bang, Break Up Girls... fueron un remedo nórdico de los Cramps con el Attack of the ghost Riders, hipnotizaron a los presentes a base de panderetas y bajos afilados en Break Up Girls, sé que nunca olvidaré Aly Walk with me, fueron tan sucios como una banda de rock debe de ser con Love in a trashcan y depuraron la máquina de hits con Last Dance. Pongan a Blondie y a los Jesus and Mary Chain más melódicos y bébase rápido, mientras te ponen el siguiente trago, en una noche de Febrero en Zaragoza. Me gustaron los Raveonettes, mucho...me hicieron bailar, traté de acoplar mis miserias a su ritmo privado, recordé por qué me había metido en el negocio. Le susurré en el oído a una chica: ¿Sabes? Es por esto que mañana seremos leyenda.

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