Elijo el ocho porque es tierra de
nadie. A veces pienso que sería más feliz con ocho dedos. ¿Con
cuál de todos no me quedaría? ¿Qué parte comerías? ¿Qué parte
elegirías? Bajo el musgo viven las setas. Bajo las setas viven
caracoles. El ocho dividido por el cuatro y el cuatro a su vez por el
dos. El dos nunca está solo. Por eso miramos el cielo esperando dos
soles y se termina haciendo de noche. Así podemos volver a respirar.
Ya no está sola la luna. Dos lunas de tarde como el poema de
Federico García Lorca. Pero he elegido el ocho y elijo la suma:
elijo tres y cinco. Y ya tengo dos números primos. Y elijo el uno y
el siete y dudo, ¿le presto un jersey al uno? Hace frío y está
lejos de su casa. Y solo, el uno siempre está solo. Aun cuando me
falte un dedo en cada mano seguirán estando los dos unos solos. Bajo
la tierra hay una raíz que crece y se convierte en tallo, el tallo
tiene cuatro ramas y en cada rama hay dos hojas. Son ocho de color
verde y el caracol solo sobre el terruño gris sube por encima de las
cuatro setas y espera que los tres buitres no traigan hambre
atrasada. Qué triste es el ocho cuando se parte en dos de pena y no
hay nada que lo una. Qué lindo es el ocho cuando se tumba y sueña
un sueño infinito.
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