Parece que la culpa no recaerá finalmente en los pepinos españoles. Asumámoslo, el idioma castellano tiene esos deliciosos vericuetos que impiden utilizar algunos de sus términos sin esbozar una sonrisa por muy grave que sea el contexto donde se los introduzca (con perdón, claro). Pepino es uno de ellos, pero sin quedarse a la zaga otra hortaliza de nombre poderoso: el nabo. Expopaisajes, que nuestro alcalde en funciones decidió promover como un sucedáneo, se reconvirtió vía el acervo popular en Exponabo. Mucho más sonoro, dónde vamos a ir a parar. Pero quizá ha funcionado, solo hay que fijarse más en las matemáticas y menos en los votos. Y es que si hablamos de términos y expresiones desafortunadas, los ojos saturados de lágrimas de Carmen Chacón en su comparecencia televisiva de hace unos días, nos permiten recordar dos cosas: una, no te metas con el socialismo cuando el buque se va a pique que saldrá lo más sectario de su ADN, y dos, qué complicado es proponerse a la presidencia de un país cuando hay fotos tuyas en manifestaciones de apoyo a un tipo que, con la impunidad del aplauso fácil, se caga (con perdón otra vez) en ese mismo país. Hubiera sido curioso ver cómo la ministra pensaba manejar ese pasado turbio. ¿Rubalcaba presidente? Renovación y autocrítica son elementos incompatibles con personajes siniestros -algunos aún temblamos rememorando su intervención después del atentado de Atocha-, de una raza política que me extraña mucho que ofrezca soluciones. Y al final, poca cosa: destrucción masiva de pepinos, una alcaldía delirante con el posible pacto entre nacionalistas y comunistas, la bicefalia arruinada por una telaraña de poderes caducos, y el PP que sin ofrecer nada, ha dado un vuelco en las instituciones. Por menos de esto, se proclamó la II República. Y entonces el Rey estaba mucho mejor de salud, no lo olviden.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 2 de Junio de 2011
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