El pasado sábado en el escenario de la Sala Multiusos de Zaragoza se presentaba el último LP de Fangoria, El paso trascendental del vodevil a la astracanada, en un ambiente que mezclaba a partes casi iguales a modernas, festivos y carrozas de la Movida. No era para menos, puesto que esta última gira de la banda de Nacho Canut y Alaska incluía dentro de su repertorio los grandes clásicos de Pegamoides y Dinarama. Y no falló, ni un solo instante, desde el comienzo postmoderno de la Funcionaria Asesina (con las bailarinas ataviadas de sendas sierras mecánicas, muy en la onda de la Matanza de Texas), enganchando con la imagería Russo de Mi novio es un zombie para subir la temperatura con el himno inmortal y fugaz del primer éxito de Pegamoides, Bote de Colón. Más madera para el público, mientras un hierático Nacho Canut se parapetaba en el inmovilismo de sus percusiones sintéticas, Alaska azotaba a la concurrencia con un Bailando mucho más Chemical que Gibson (Brothers, me refiero) para ajusticiar el espíritu de Eduardo Benavente en una versión glam de Quiero ser santa. Con Susana Reche de pinup lúbrica, tan Tinto Brass que uno no podía dejar de mirarla, aparecieron por fin los temas de Fangoria: Descongélate y la Pequeña edad del hielo para volver a finales de los ochenta con el Rey del Glam, momento de electricidad psicobilly con la guitarra de Ikerne (de la banda Bultacos), toda actitud fría y de perfecta ausencia postpunk. Más Susana Reche (y más si nos lo hubieran ofrecido, qué curvas de mujer) para empezar a ponernos serios, Cómo pudiste hacerme esto a mí enganchada con Hombres y más Fangoria, casi sin descanso: Criticar por criticar (muy aplaudida), retorciendo palabras y No sé qué me das (petardeo de bombo a negras) que dejaba claro que el repertorio de Fangoria, sin necesidad de acudir al nunca suficientemente reivindicado Carlos Berlanga, es de los que se sostienen solos. Y lo continuó demostrando Alaska con el colmillo afilado apoyado por los eficades coros de Rafa Spunky, Más es más, Absolutamente y la locura final con A quién le importa. Dos horas de éxitos, uno detrás de otro, ensamblados como si de una mixtape eterna se tratara, sin descanso. Porque dejar para los bises, no excesivamente generosos, Ni tú ni nadie o una revisión de Electricistas, despojado de todo lo acústico que tenía la grabación original, más el recuerdo a Vulcano con Hagamos algo superficial y vulgar y el final, con Perlas ensangrentadas, pura imaginería pulp, demostrando, una vez más, que Alaska y Canut, Canut y Alaska, son y serán siempre, un valor básico de la música española.
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