El próximo viernes se celebra en Huesca un concierto muy especial: Alguerofilias, un tributo a las canciones de Augusto Algueró, incluido dentro de la programación del Festival de Cine de Huesca. Un combo de artistas oscenses capitaneados por el ínclito Javier Aquilué revisarán las canciones del compositor, popularizadas en las voces de Nino Bravo, Serrat o las deliciosas chicas ye-yé (Gelu, Marisol y, claro, Conchita Velasco). Con la muerte de Algueró, Mariano García recuperó de la hemeroteca la noticia de su boda zaragozana con la divina Carmen Sevilla y cómo la gente de los pueblos salían al encuentro de la pareja para felicitarles. Más allá de la parte folklórica y retro, Augusto Algueró representa como nadie el talento pop en España, talento de traje elegante y martini bien servido, de una España que se desperezaba en plena eclosión del Desarrollismo. Pienso en Algueró y sus gafas negras y en Adolfo Santiesteban, quizá más ácido, frente al piano, postulándose a la presidencia de la buena vida mucho antes que Sr.Chinarro. Pienso en los grandes compositores que evitaban la contracultura para componer tonadas inmortales: Antonio Carlos Jobim cantándoles a las chicas de la playa de Ipanema en el Brasil, Burt Bacharach responsable de uno de los cancioneros más fabulosos del mundo anglosajón o incluso, y éste más maldito, Sergé Gainsbourg escribiendo tonadas lúbricas para todas las actrices de la nueva ola en el país vecino. O rebuscar entre los créditos de los vinilos de Adriano Celentano y encontrar esa dupla maravillosa Mogol/Bella. Nombres oscuros que escribieron cientos de canciones que son parte de la educación sentimental del mundo occidental, amanuenses de la melodía, los hombres del piano, suministradores de sueños en pequeñas cápsulas de vinilo en formato EP, banda sonora de una delicada noche primaveral. Y es que no te quieres enterar…
Columna aparecida en el heraldo de Aragón del jueves 9 de Junio
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