Un fin de semana nada capitalino para un servidor, el viernes en la presentación del nuevo libro de la colección Resurrección, La Europa del aborigen del turolense Víctor Guiu (aka El Mestizo) en Híjar. En un salón de actos repleto de amigos y seguidores, Víctor, acompañado de la Europa del Aborigen y aliados desgranó sus versos apoyado por clarinete, ruidos y proyecciones. Al día siguiente, Alquézar, la novena edición del festival Esto es lo que hay. Itinerante y ecléctico, la segunda jornada del encuentro permitía disfrutar del directo de Los Pipelines, una banda novísima de surf, música instrumental de influencias varias (serie B, sintonías de series imposibles, noventas tarantinianos y mucho más) eran la parte aragonesa del cartel. Buen sabor de boca en lo que era su primer concierto. Después el que iba a ser aperitivo se convirtió en plato fuerte: Wau y los Arrghs reventaron el escenario a base de garage de manual, epilepsica percutiva, un vocalista que era una mezcla de Ian Curtis pasado de kilos con el Lux Interior más encegado por el vudú y la santería. Contundentes en la ejecución, los aullidos del hammond (un trabajo melódico y estético formidable la teclista) eran estímulos paganos para una banda que mastica los cristales vinílicos y los referentes pulp con maestría (momias, viajes espaciales, caspa española retro). La versión de Demolición de los Saicos (un estándar como otro cualquiera) fue el momento cumbre de la noche. Después Messer Chups, promesas de Evila en un sábado festivo, demasiado planos en su propuesta instrumental, que se acompañaba por unas proyecciones al tuntún sin generar ningún tipo de empatía. Zombirella, bajista y voz de figura perfecta y candidata a los sueños lúbricos de cualquier aficionado a los tebeos, se mantuvo imutable sobre sus tacones, casi como si la fiesta no fuera con ella. Y es que, a veces, salir después de según que bandas, eclipsa a cualquiera, por muy excitantemente mórbida que una sea. La sesión de Pendejo sirvió como nana percutiva para los habitantes de Alquéjar, en una maraña de música negra, acidez y dedos manchados de negro.
Además una exposición de algunos de los mejores artistas actuales en Aragón servía de resquicio contemplativo a los que, como yo, seguimos esperando el apocalipsis zombie. Agnes Daroca, Jorge Fuembuena o Javier Aquilué entre los más destacados.
Festivales como este hacen que uno siga creyendo en el pantano, la postmodernidad y las chicas en bikine con metralletas. Let´s groove man y que no te muerda nadie.
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