Volvía Abraham Boba al que es su espacio familiar en la capital aragonesa, volvía con una banda muy sólica, con Eduardo Baos al bajo, Pablo Magariños en percusiones y Álvaro Segovia en guitarra, teclado ocasional y mucha actitud psicobilly, que resultó el sostén perfecto para que germinaran con fuerza las malas semillas de las canciones de Abraham Boba, voz, hammond y piano (ocasionalmente guitarra, mucho menos que en su anterior visita a Zaragoza). El concierto se abre con Como en Hollywood para ir desgranando temas de su último LP, Los Días Desierto e incursiones puntuales en sus dos primeros discos (ralentizando en tono pantanoso Las Hermanas Sánchez, explotando la electricidad psicótica de Juan y la Defensa, la belleza a lo Brel de Hagamos algo antes de morir, la valentía susurrante e intimista de Frío o el desborde narcótico de La Vigilia), en un compendio valiente y rugoso de canción de autor electrificada, de elegancia innata, como en la oscuridad benevolente de Otra canción de amor o la soterrada lectura del dietario personal que es Así se vive aquí. Abraham Boba juega con los versos geniales en Fin de año, es sardónico e imprevisible en Cosas que duelen, silencioso pero concluyente en Algunas pequeñas verdades domésticas. Ambientes de arrabal, contacto emocional y una capacidad de generar empatía sin igual para un directo contundente para una tarde de domingo.
domingo, 8 de mayo de 2011
Crónica de Abraham Boba en la Lata de Bombillas (8 de mayo de 2011)
Volvía Abraham Boba al que es su espacio familiar en la capital aragonesa, volvía con una banda muy sólica, con Eduardo Baos al bajo, Pablo Magariños en percusiones y Álvaro Segovia en guitarra, teclado ocasional y mucha actitud psicobilly, que resultó el sostén perfecto para que germinaran con fuerza las malas semillas de las canciones de Abraham Boba, voz, hammond y piano (ocasionalmente guitarra, mucho menos que en su anterior visita a Zaragoza). El concierto se abre con Como en Hollywood para ir desgranando temas de su último LP, Los Días Desierto e incursiones puntuales en sus dos primeros discos (ralentizando en tono pantanoso Las Hermanas Sánchez, explotando la electricidad psicótica de Juan y la Defensa, la belleza a lo Brel de Hagamos algo antes de morir, la valentía susurrante e intimista de Frío o el desborde narcótico de La Vigilia), en un compendio valiente y rugoso de canción de autor electrificada, de elegancia innata, como en la oscuridad benevolente de Otra canción de amor o la soterrada lectura del dietario personal que es Así se vive aquí. Abraham Boba juega con los versos geniales en Fin de año, es sardónico e imprevisible en Cosas que duelen, silencioso pero concluyente en Algunas pequeñas verdades domésticas. Ambientes de arrabal, contacto emocional y una capacidad de generar empatía sin igual para un directo contundente para una tarde de domingo.
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