viernes, 11 de marzo de 2011

El retorno del abejorro


Mi crecimiento emocional de la adolescencia no quedaría completo sin las imágenes de José María Ruiz-Mateos, enfundado en su traje de Superman salchichero reclamando justicia en la puerta de los juzgados. Uno no acababa de entender qué había sucedido en realidad con Rumasa, y nos quedábamos con Alfonso Arús y su ¡Al Ataque! donde el situacionismo llegaba a límites delirantes, con los actores travestidos de un Ruiz-Mateos disfrazado a su vez. Junto a él pululaban otros mitos, como Jesús Gil, Ramón Mendoza o Carlos Jesús. Todo aquel amasijo de freaks eran el reverso oscuro de la España del pelotazo, del “antenicidio”. Si nos abstraemos de la parodia y el personaje, debemos reconocer la vergonzosa expropiación alevosa que el gobierno socialista de la época, que alcanzó la cumbre en el camino de la corrupción y el amiguismo, realizó. Después de ser desmenuzada y malvendida, Rumasa, Nueva Rumasa ahora, volvió con fuerza, absorbiendo marcas e industrias muy ligadas al inconsciente colectivo (Cacaolat o Apis), aunque la maniobra de los pagarés tenía un tufillo a estructura piramidal tipo Fórum Filatélico que la verdad, uno no tenía que ser Miguel Boyer (con perdón) para darse cuenta de que algo fallaba. Ahora de nuevo, la quiebra y el sálvese quien pueda. Excepto por la ausencia en la televisión de un Pepe Navarro o un Julián Lago zombificado (por supuesto acompañado de un experto en el polígrafo) parecería que el tiempo no ha pasado. Que cuide Botín, aunque ahora no imagino a José María, ya abuelo calmado, dándole “de leches”. Cuidado con el picotazo, Rumasa 3.0 se acerca. En un bar de Zaragoza, en el Bacharach, hay una impregnación propia de Bélmez, en sus paredes: la imagen de Zoilo Ruiz-Mateos (uno de los hijos) lleva años vigilándonos. No descarten su aparición en Torrente 5.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 10 de Marzo de 2011

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