Políticos, prensa, aburridos habitantes de lo que queda de España, todos juntos buscan entre la terminología ampulosa y deleznable, algo de luz en el último comunicado de ETA. Agotador el discurso y ridícula la parafernalia de máscaras y boinas. Las palabras etarras, si no arrastraran una retahíla inmensa de cadáveres podrían calificarse como cansinas. Sin chispas de esperanza, demasiadas portadas fotocopiadas en las que la desazón no deja espacio a la sorpresa. Columnas de humo para que los perros rabiosos laman sus heridas, parodia de payasos asesinos que sobreviven a base del fiemo de la ignorancia y la putridez del miedo. Su semilla de enfermedad lleva treinta años germinando y sus venenosas ramificaciones alcanzan lo más íntimo de la sociedad vasca hasta crear un conglomerado sin sentido donde la frase “salida dialogada” suena tan llena de contenido como “proceso de paz”. Miren la letra pequeña, analicen la semántica de las palabras, la sintaxis de las frases y qué encontraran: un rémora, un vacío de credibilidad política, el ejercicio de la mofa hacia un país que se cansa de tanta estupidez y sólo quiere algo de paz. La sensación de pesebrismo en el hacha y la serpiente, en busca de una poltrona que les permita lavar con la lejía del dinero público sus manos manchadas de sangre. Batasuna, Partido Comunista de las Tierras Vascas, ETA, la basura de siempre, tahures del estalinismo cantábrico que se resisten a pudrirse y buscan, una y otra vez, la redefinición del absurdo soberanista frente a un país que se ahoga entre rescates, deuda y paro. Abandonen las armas, sin demandas, pidan perdón a las víctimas y entonces, sólo entonces, cuando el tartamudeo del miedo abandone por fin nuestro cuerpo, veremos qué dice el pueblo, su pueblo, nuestro pueblo.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón de 13 de Enero de 2011
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