Camino junto a mi padre cerca de la Plaza San Francisco. Apostamos cuánto les costará a los turismos rendirse ante la vía única o si se jugarán la preferencia con los taxis a los chinos, tratando de adivinar si el vapor del alquitrán fermentará antes o después de los Pilares. Avenidas que parecen haber engordado en verano, líneas de autobuses desorientadas recorriendo vías mutantes, la Gran Vía estrecha, estrechísima, el pánico que cunde entre los conductores novatos. Contemplamos el Huerva y la emoción nos dura unos segundos, sabemos que excavar en las arterias del cardo sólo nos traerá la tristeza del recuerdo —aquellas noches de los ochenta sacando escombros a escondidas ya no se repetirán— y algún esqueleto de golem sepultado.
Este nuevo urbanismo retro me suena a herejía, a idea de bombero, a broma cruel de un ayuntamiento que terminará pagando nóminas con “corticoles”, para entretenimiento de viandantes jubilados y desempleados del cemento. Demoliendo nuestro pasado, retengo en mi retina los restos de los cines de barrio, las casetas de Casablanca de las que habla Gabriel Sopeña en sus canciones, camino junto al Canal Imperial hasta donde la ciudad se extingue.
¿Os dimos obras, no? sé que no las pedisteis, pero aquí están, sin lustre, terminadas con prisa, aquí mismo, justo al salir del portal. Besadlas, rendid pleitesía y admiración. Después coged el saco y echadlo sobre vuestra espalda. No queremos oír ni una queja, es todo para vosotros. Vuestro, todo vuestro. Zanahoria incómoda, pero zanahoria al fin y al cabo para el final del estío zaragozano. Mejor no acercarse mucho a los lados o el tranvía se nos llevará por delante.
Este nuevo urbanismo retro me suena a herejía, a idea de bombero, a broma cruel de un ayuntamiento que terminará pagando nóminas con “corticoles”, para entretenimiento de viandantes jubilados y desempleados del cemento. Demoliendo nuestro pasado, retengo en mi retina los restos de los cines de barrio, las casetas de Casablanca de las que habla Gabriel Sopeña en sus canciones, camino junto al Canal Imperial hasta donde la ciudad se extingue.
¿Os dimos obras, no? sé que no las pedisteis, pero aquí están, sin lustre, terminadas con prisa, aquí mismo, justo al salir del portal. Besadlas, rendid pleitesía y admiración. Después coged el saco y echadlo sobre vuestra espalda. No queremos oír ni una queja, es todo para vosotros. Vuestro, todo vuestro. Zanahoria incómoda, pero zanahoria al fin y al cabo para el final del estío zaragozano. Mejor no acercarse mucho a los lados o el tranvía se nos llevará por delante.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 2 de septiembre 2010
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