sábado, 28 de agosto de 2010

Irene y José Ángel


Aquella noche en el escenario de Pirineos Sur Enrique Bunbury interpretó de manera sublime "Apuesta por el rockandroll". Caminábamos en la oscuridad hacia Sallent, el concierto había terminado muy pronto, demasiado. Luego supe que había habido una amenaza de bomba. A los pocos días unos malnacidos mataron a dos guardias civiles a unos pocos metros de donde esperábamos el alba y un autobús que nos devolviera a Zaragoza, jóvenes, voraces, incansables.
El pasado fin de semana estuve en Formigal, las montañas acunaban el verde más intenso del verano y después de dos días embriagado de luz, disfruté de viñetas y tebeos en el Museo del Dibujo de Larrés, respirando la hermosura amarillenta del Prepirineo, escapé de las fauces del Monrepós, estrechísimo, con sus obras paradas, parecía el esqueleto de un dinosaurio abatido por la glaciación de Fomento. Vi cómo aquel viejo escenario de Lanuza había recorrido unos pocos metros para erguirse otra vez, orgulloso y prometedor, la ciudadela jaquesa conviviendo con el nuevo pabellón para los campeones del hockey. En Sallent, junto al rockódromo, cerca del Casino, donde diez años antes contemplamos el amanecer morenos y hastiados, había flores, flores frescas. Sentí cómo me atrapaba el tiempo y enmudecido me santigüé. No sé si hay alguien allí arriba protegiéndonos, pero estoy seguro de que, hace una década, esas personas velaron por nosotros. De alguna manera. Desde aquí mi homenaje.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 27 de Agosto de 2010

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