El caso Gürtel comienza a ser material de mofa entre los medios políticos afines al Gobierno —si la afinidad no es lo suficientemente fuerte se montan otros y a correr, no será por licencias audiovisuales otorgadas a dedo—, ansiosos por llevarse a la boca de nuevo alguna miseria, saciándose de la habitual corrupción de la derecha española. Pues sí, qué le vamos a hacer, no tendríamos que pasar ninguna. El hecho de que en este país no dimita más que el seleccionador de fútbol no implica que no exijamos cabezas. No me importa si las redes de favores, lumis y coches de lujo no están probadas ante los jueces —porque, entre otras cosas, de Garzón y su pléyade de lacayos hablaremos otro día, cuando terminen de remover terrenos—; en cuanto el aroma hediondo de la malversación del poder aparece, hay que demandar responsabilidades. Es tan triste que los que seguimos buscando dentro del espectro político español algún partido que se amolde a las ideas liberales y no nacionalistas terminamos sumidos en un laberinto de madejas cortadas por indigentes mentales, corruptos profesionales, vendedores de motos e intercambiadores de camisas al por mayor. El proyecto de Ciudadanos está sumido en el síndrome de la gallina sin cabeza, mi querida Rosa Díez es sospechosa de ejercer de trilera profesional, y el dinosaurio socialista se dedica a reciclar los peores tics de la progresía para abarcar portadas de suplementos dominicales mientras rebusca entre las migajas de su ideario de izquierda e IU, que yo creo que ya está disuelta, o anda en busca de dominios libres y baratos en Internet para su refundación… Este PP no es más que un delirante cónclave de veteranos pasados de vueltas, niñas monas y fanáticos del papel de fumar —y no me refiero al tabaco de liar, claro. Una pena, la verdad.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 23 de Octubre
Hola Octavio
ResponderEliminarPues si, es una pena. Cuando comencé al leer el artículo estaba ilusionado. Aunque un poco manida en los tiempos que corren, siempre es un riesgo empezar un texto con una palabra en alemán. Entonces me caí del guindo, coño, pensé, Octavio va a glosar las magníficas actuaciones de los protagonistas del sainete “El caso Gürtel”
Te imaginé analizando la actuación del elegante galán de la sonrisa postiza, ambos sabemos que ese chico necesita unas lecciones — ya sabes “un par de tardes” — para pulir la sobreactuación de su eterna y falsa sonrisa. Da grima.
Después continuarías con su compañero de aventuras, un buen protagonista siempre necesita de un compañero que diga bien los chistes del guión, es un papel de gran tradición en la dramaturgia española; ahí estamos mejor en lo artístico porque ese compañero inseparable es un muchachote que, mira por dónde, nos ha mostrado diversidad de registros interpretativos; se dio a conocer con un marcado acento pijo pero, en la tertulia del informativo nocturno de Intereconomía — si, una de esas concesiones televisivas a dedo — estuvo muy bien en el papel de macarrilla que todo lo niega, con esa chulería de barrio tan cinematográfica, y sin embargo aún tenía guardada en la manga su mejor interpretación, reservó la pose de estadista para el día, o mejor la noche, en la que no sabíamos si se quedaba, se iba, lo echaban o tiraba de la manta, a mi me pilló desvelado y ¡ay que noche! pensé que esta súper producción — dicen las malas lenguas que patrocinada por Caja Madrid — se venía abajo.
Otra vía posible de análisis era la zona oscura, ya sabes, en las pelis buenas, los malos siempre están tapados y aparecen cuando menos te lo esperas. En este caso pensé que pondrías la luz de tu foco sobre el juez que es amigo — “más que amigo” — del actor principal del sainete, y que decide sobre su futuro sin que nadie rechiste, sin embargo te preocupas por esas personas — bueno, tú los llamas “pléyade de lacayos” — que sólo quieren tener a sus familiares recogiditos de manera individual bajo un letrero dónde se pueda leer su nombre, el día de su nacimiento y el día de su muerte, vaya como todo hijo de vecino, y de Dios nuestro señor, of course.
Y siempre te quedaba el recurso de meterte con el director de la obra, un par de lances cambiados con lugares comunes del tipo un director que deja hacer, que prima la improvisación sobre el texto, que da libertad de creación a sus actores, sin ataduras al corsé de escenografías progres.
(Continúa)
(viene de ahí arriba)
ResponderEliminarPues si, es una pena.
Sin embargo también estoy contento porque, lo confieso, desde el inicio del artículo pensé que ibas a citar a Filesa, Malesa y Time Export. Tal vez no lo hiciste por falta de eapacio, o porque en el target de posibles lectores del artículo, esos términos son desconocidos. Todos sabemos que los victormanueles, anabelenes, joaquinessabinas y demás fauna de la ceja, son mucho más famosos que la terminología de los escándalos financieros socialistas de los ochenta, esa década a la que sueles mirar en tus artículos.
Pues si, es una pena que con tanto donde elegir, acudas a la vieja táctica. Es muy común. De repente tus representantes ideológicos, esos que deberían velar por la decencia y la transparencia, aparecen rodeados de mierda hasta el cuello, vaya, de presunta mierda. Es una posición difícil, lo sabemos, pero eso no justifica que un tipo con ideas liberales del siglo XXI ponga en marcha el ventilador.
Ya se sabe, no hace falta ser analista político, que la mierda ventilada adquiere una condición volátil que le permite posarse en todos los lugares, en eso, tu repaso para teñir de mierda todo el espectro político es de libro. Pero mezclar el despropósito — vaya, presunto despropósito — del sainete Gürtel con los males ideológicos del ideario de la “progresía” es, como poco, aburrido. Esa película ya nos la han contado muchas veces. Pero lo peor esta en la platea, un público adocenado (y eso que no son progres) que aplauden a tan malos actores para que nos hagan un bis de semejante función.
Pero en tu caso, la táctica del ventilador tiene una disculpa. Los dos sabemos, querido Octavio, que el ventilador también es máquina de rumberos.
Salu2 Córneos.