Conforme se acercan las fechas de las quinielas y las nominaciones, los seguidores más radicales de U2 cruzan los dedos, crean grupos de apoyo en la red que postulan a Bono como único candidato válido. Lo que siempre había parecido esperpéntico hasta ahora se me antoja cualitativamente más coherente después de conocer la noticia. Yo sospecho algo, buen detective formado a base de novelas de Ellroy, y deduzco que la maestría en la política internacional de Zapatero y Moratinos —casi a la altura de Maragall y Carod Rovira, desmelenados en pleno Jerusalén, burlones con la corona de espinas—, críticos siempre en su papel progre frente a cualquier acción norteamericana, se han vuelto comprensivos ante la amabilidad callada del prohombre USA. La academia sueca, cada vez menos exigente, ya apuntaba maneras cuando, bajo mano, se llegó a ponderar la idea de dárselo a Arafat. El siguiente, en literatura, será Bob Dylan, háganme caso. Me cuesta entenderlo, ya me disculparán, puestos a elegir yo hubiera seleccionado a Christopher Reeve y le hubiera entregado el Nobel de la Paz a título póstumo al mítico intérprete de Superman en la pantalla grande. Por si no lo recuerdan en la tercera o cuarta parte de la saga —me cuesta estar lúcido tras tantos días de fiesta mayor— el superhéroe de la factoría DC desarmaba por decreto y haciendo uso pleno de sus poderes más allá de lo humano a todas las potencias nucleares. El mundo respiraba. Irán no existe en las películas. Pronto, gracias a Obama, sólo habrá maldad y posibilidad de Apocalipsis en las distintas entregas de la ciencia ficción. Alabado sea —quizás haya sonado demasiado devoto, reitero, son momentos de altísima intensidad folklórica—. Disfruten de las fiestas, hoy toca Louisiana en el paseo de la Independencia. Si dormimos más tranquilos podremos bailar hasta el final de la noche.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del Jueves 15 de Octubre
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