lunes, 21 de septiembre de 2009

Ojalá pudiéramos estar allí


LINA VILA inaugura en la galería Câmara dos Azuis, de Lisboa,el jueves 24 de septiembre, su exposición "O Encarnado".


Me permito incluir un fragmento de un cuento que escribí, Lisboa, primavera de destrozos:


¿ Y cómo te explico esta inmensa soledad, este desconcierto? Saboreando el arroz con judías junto a un pequeño mercado. He comprado discos y un pañuelo para una danza de siete velos. Me arreglo la gorra frente al espejo sonriente. Esta noche juega el Sporting en el estadio de la Luz. Pido un café de postre, negro como el nocturno, como el vino áspero que ilumina tus ausencias. Primera feira, segunda feira, aquí no tienen nombre para los días de la semana. Piénsame tal y como estoy ahora, dispuesto a aplastar mis recuerdos bajo las calles amarillentas del Barrio Alto.


No gritan, parecen orgullosos de su libertad sin tiros, de sus maracas escondidas bajo todas las barras, en todos los bares. Lloviznea, cada gota trae la textura gris de la ceniza, cigarrillos negros de fabricación angoleña. He llamado a casa sólo para ir mi propia voz en el contestador, para volver a ser consciente del silencio en esta Ciudad de Corazones distraídos. Escucho Epitafios de los Três Tristes Tigres en el hilo musical del metro. La parada tiene un millón de ladrillos azules y el panteón atlántico de Neptuno, parece sacada de una novela de aventuras, astrolabios, fórmulas matemáticas, Neptuno, parece sacada de una novela de aventuras, astrolabios, fórmulas matemáticas, trigonometría de olas y Figo, Luis Figo, emblema nacional, a pesar de entonar peor que Amalia Rodrigues. Escribo despacio junto a los asientos vacíos, el vagón comienza a cantar su traqueteo de extrarradio, “ no es lo mismo recordarte aquí que en otra ciudad, “ qué estupidez. Dormiré sobre el camastro de mis camisas arrugadas y los bolígrafos gastados, cada letanía que se arruga hace más incómodo mi sueño. ¿ quién dijo que las luces de esta ciudad se apagan alguna vez?.

En el club, al tercer whisky ya he pedido Summertime en un horrendo esperanto alcohólico. Al parecer no soy el primero, hay toda una lista bajo las botellas vacías de ginebra. Aquí no te respetan si no bebes ginebra helada. Han pasado mucha sed como para desprenderse de ella. Le he pedido Summertime al camarero y él me ha pedido tu nombre y diez euros a cambio. Creerá acaso que si tuviera alguna de las dos cosas estaría aquí, volando hacia la luna. No me echan a patadas del MOON, eso sólo pasa en las películas, soy perfectamente capaz de salir a pie.

Voy a pasar otra noche en una habitación alquilada, con un cuerpo que no es el mío. Este calor pegajoso lo trae la marea, mezcla la arena y el sudor de miles de madres que han mandado a sus niños al Alto Alentejo. Las paredes encaladas y turistas ingleses pidiendo a gritos Spirit Drinks. Desde Sao Paulo con mi mejor licor, Oliveira se empeña en contarme historias de su calle, del madrugador panadero, de la mujer de mal vivir, de cómo el abuelo de su abuelo era portugués, que cuando los franceses entraron en Portugal toda la Corte se trasladó a vivir a Brasil. Pero sólo en el momento en el que comparte su petaca conmigo, ron, jarabe fermentado, con olor a metanol, le cuento aventuras de nuestra guerra civil, de mi abuelo retirándose confiado de una parte del Sáhara, de la bandera preconstitucional que guarda en Zaragoza. Salgamos a ligarnos a unas chicas, todavía es pronto, conozco un par de sitio por aquí. Me derrumbo antes de poder decirle que no. Una pena, tenía un buen montón de historias por contar.

2 comentarios: