viernes, 31 de julio de 2009

Gibraltar


Que la política del PP nacional es la propia de una panda de amigos organizando una despedida de soltero —están preparando una fiesta, pero no saben de qué disfrazar a Rajoy— es algo cada vez más evidente. Nada mejor para demostrarlo que los furibundos ataques contra Moratinos —mi segundo ministro favorito, porque lo que hizo Solana con Educación es insuperable—, llenos de la más rancia indignación patriótica. Está claro que los habitantes de Gibraltar quieren seguir perteneciendo a la Corona británica, así que nada de envolvernos ufanos en la banderita que sólo sacamos cuando se gana en el fútbol, ni de rasgarnos las vestiduras porque el ministro se haya acercado a rendir pleitesía a los aliados ingleses. Si lo analizamos con frialdad no deja de ser, a menor escala, muy semejante a la instantánea de Aznar en las Azores. Somos un país pequeño, sin demasiada potencia industrial y con un desmembramiento interno galopante y nos acurrucaremos —si somos listos, que hace dos días estaba Moratinos llevándole al gorila Chávez unos bombones por su cumpleaños— siempre bajo el ala anglosajona. Pero es que además la situación de Gibraltar se puede extrapolar a Ceuta y Melilla. Más allá de tratados vetustos de una validez dudosa, la organización de los territorios y sus fronteras debe responder a los deseos de los ciudadanos que las habitan, y allí es donde deberíamos demostrar una postura realmente enérgica: no les vendría mal a los miembros del gobierno dejarse ver alguna vez por las ciudades españolas del norte de África y contemplar la situación de extrema presión que existe, los desmadres fronterizos con la complicidad del gobierno marroquí… y eso incluye, por supuesto, al Rey, más preocupado por masajear la espalda de su “sobrino” Mohamed VI, que de dejarse ver entre sus súbditos del otro lado del estrecho.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del Jueves 30 de Julio.

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