Sabíamos que esto iba a ocurrir. La serpiente que amalgama el delirio y todas las rabias no se iba a quedar agazapada en su rincón pútrido mientras le quedara un resquicio de bilis. Dolorida por la aparición de una coalición de gobierno que no usa doble baraja, que no permite las efigies de los monstruos presidiendo los ayuntamientos. De nuevo, una vida reventada bajo los cascotes mientras los aplausos de los cómplices resuenan en mitad de un juicio y prosiguen las alimañas, con su habitual media sonrisa condescendiente, tratando de recoger las nueces, más afanadas en descalificar a una viuda que en arrancar las malas hierbas que siguen brotando, ávidas de sangre, en cada rincón oscuro de Euskadi. Y contengo las arcadas frente al discurso nauseabundo de Alfonso Sastre, propio del extorsionador a sueldo de una ideología caduca y represora, ufano en sus amenazas de matón desde la tribuna del horror mediático. Negociar la paz suena a plusvalía de muerte en la boca desdentada de los heraldos de ETA, con esa codicia de los que siguen salivando una dictadura acomplejada de raza y ADN marcado. El cáncer injertado durante años por una educación nociva, construida sobre la exclusión y las mentiras, con unos cimientos de odio tan arraigados que ninguna lejía de cambio parece ser capaz de limpiar. Ahora les propongo un sencillo ejercicio: traten de recordar el nombre del policía asesinado. Cuesta, ¿verdad? Sólo han pasado unos pocos días y nuestra sociedad, insensibilizada frente al dolor, deja pasar los rostros y sigue consintiendo que la muerte se almacene en forma de número. No quiero aportar desde esta columna soluciones milagreras, sólo seguir peleando por amplificar la memoria de pez de nuestras conciencias.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 24 de Junio de 2009
http://es.wikipedia.org/wiki/Categor%C3%ADa:V%C3%ADctimas_mortales_de_ETA
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